Los recursos, también los de la banca, son escasos. Eso quiere decir que se tiene que elegir entre destinarlos a una cosa u otra. Si el decreto obliga a elevar los requerimientos de capital se debe controlar hasta el extremo cualquier concesión de crédito, ya que por su sola existencia en el balance, las entidades deben reservar una determinada cantidad para cubrir sus riesgos. Es decir, a más créditos, se necesita más volumen de capital.
No sólo es una opinión compartida en el sector financiero y entre los analistas. El Banco Central Europeo (BCE), en su último informe mensual advertía a España que la recapitalización de las cajas de ahorros conlleva "el riesgo de efectos negativos transitorios en los flujos de crédito a la economía real". La razón de temer que se seque la financiación es por el adelanto en la aplicación de las exigencias del acuerdo de Basilea III.
Cuando el Comité del Banco Internacional de Pagos de Basilea III estableció el pasado otoño las reglas con mayores requerimientos de capital, concedió a los bancos, a cambio, un amplio periodo de adaptación, "compatible con la recuperación económica". Entonces ése era el argumento que utilizaba el Banco de España para comunicar a bancos y cajas de nuestro país que siete años de adaptación era un plazo lo suficientemente generoso como para no utilizar la nueva normativa como excusa para no activar el flujo de nuevos créditos.
Pero tras el decreto, con el acortamiento de plazos, las entidades se ven abocadas a reducir la financiación a familias y empresas.
Lo preocupante para los sectores reales de la economía no es sólo eso, sino el previsible encarecimiento de los créditos concedidos, así como en las nuevas condiciones en las refinanciaciones.
Esta tendencia ya se ha observado en los últimos meses, más acentuada en los préstamos a pequeñas y medianas empresas, que tienen menos poder de negociación con la entidad financiera.
Según datos del Banco de España, los tipos aplicados en enero a las pymes han llegado al 4,59 por ciento, unos niveles no vistos desde el año 2008, mientras los préstamos para las empresas más grandes soportan tipos menores, que en el pasado mes de enero se situaban en el 3,72 por ciento. Las previsiones sobre un cambio de tendencia están ligadas más a un repunte sostenido de la economía española que a una voluntad, forjada a golpe de decreto, de las entidades financieras, más centradas en su propia supervivencia que en expandir su negocio.
Los clientes, además, notarán otro efecto pernicioso para sus bolsillos. Los tipos del interbancario están descontando desde hace semanas una subida de tipos por parte del Banco Central Europeo. El primer movimiento alcista está previsto para abril, tal como advirtió Jean Claude Trichet tras la última reunión del organismo monetario.
A final de año, las previsiones marcan que desde el 1 por ciento actual el precio del dinero se podría situar entre un 2,25 y un 2,50 por ciento.
Esto significa cuotas más caras, por un lado, por las crecientes tarifas que aplicarán las entidades y, por otro, por la subida de los tipos de interés.
De la escasez que se aproxima ya habla la evolución de las cifras de los últimos meses. Según las comunicadas por el Banco de España en enero, los nuevos créditos para pymes descienden un 13,87 por ciento respecto a enero de 2010.
En diciembre, la tendencia descendente es la misma, con una disminución de los nuevos préstamos del 16 por ciento. Y si retrocedemos un mes más, hasta noviembre, el recorte es del 12,7 por ciento.
Tras la nueva normativa no hay razón para esperar algo diferente a nuevos y profundos recortes en la concesión de créditos a las pymes.
Según los expertos, para observar una reactivación del flujo de préstamos, hay que tener un sistema bancario saneado y libre de problemas de financiación exterior, condiciones que aún no tenemos.
Para acompañar esta condición también la economía debe haber entrado en una fase de sostenida recuperación, de la que estamos alejados. Mientras esto no se produzca, el grifo seguirá cerrado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario